viernes, noviembre 04, 2016

33 Festival de Cine de Bogotá

 Por: Germán A. Ossa E., Geross.
Los festivales de cine, todos, sirven para muchas cosas. Conocer personalidades del mundo del celuloide y del digital imaginario, del teatro, de la literatura, de la poesía, de la música, de la libertad y del abrazo. Y obvio, para ponerse al día en materia de cine. Este nuevo «Bogotazo», nos volvió a dar un alivio cultural, humano y peliculero. 
Alcocer, Geross, Risquez, Dante, Douglas,  Dael, Daniela y Juan Zapata

La noche de inauguración, antes de ocupar la silla que nos habían reservado para ver la «Intolerancia», una extraña lucha del amor a través de los años, de David W. Griffith, cinta clásica muda de 1916 y de más de cuatro horas de proyección, musicalizada en vivo, con la participación de una preciosa orquesta y un grupo coral de la Universidad Nacional, a órdenes de la batuta de la genial Gillian Anderson (veterana estudiosa de la música del cine mudo norteamericana), en el lobby del Hotel sede del evento, nos encontramos (sin conocernos) con Carlos Alcocer, Dante Silva y Alejandro Guzmán, tres realizadores de cine mejicano, que fueron cómplices de esta maratónica semana, en esa fría pero interesante Bogotá, que en gran medida  nos alimentó con buen cine.


El Festival, que ahora cuenta con la misma edad con la que murió Cristo, dirigido por el incansable Henry Laguado, ofreció a los amantes del cine muchas películas, imposibles de verse en su totalidad, durante su corta duración, pero gracias a la previa selección (curaduría) que se hace de lo ofrecido, lo visto llenó de conocimientos, emociones, sabiduría y curiosidad, la conciencia de quienes somos amantes del llamado arte del siglo XX.


Dividido en varias categorías: Cine de Ficción o Competencia Oficial, Documental Social, Documental del Medio Ambiente, Documental Arte, Cortometrajes,  Premio Alexis y Premio Unicef, las gratas sorpresas no sabía uno dónde se las iba a encontrar. Lo curioso es que algunas de ellas las descubrimos en la habitación de dos de los cineastas invitados: «Mirar con las manos», un precioso cortometraje de Carlos Alcocer de México, invitado como Jurado y «El sabor de los nudillos», un cortometraje de otro mejicano, Dante Silva, que nos dejaron saborear las historias antes de que el público las enfrentara en las dispersas salas capitalinas. La primera, tenaz, llena de magia, originalísima, excelentemente bien contada, corta y precisa; y la segunda, muy humana, llena de amor por la vida, el mismo que el director siente por ella en la vida real.


 Antes que cantara el gallo (una cinta regulimbis de Puerto Rico), tuvimos la fortuna de ver en el Jorge Eliécer Gaitán, una hermosa película de un joven realizador que se apresta a ganar muchos premios: «Distancias cortas», de Alejandro Guzmán,  en la que un hombre de más de 200 kilos de peso, con sus lentos movimientos y desplazamientos, poco a poco, pone al espectador a solidarizarse con su pasión, la fotografía, esa práctica que le acelera y fortalece sus ganas de vivir. Un canto de amor a la amistad y a la solidaridad. De China, otra interminable película (también de más de 4 horas de duración), «Jia», de Shumin Lu, se desgasta en la pantalla y desgasta al espectador, mostrándonos los esfuerzos que hacen unos habitantes de ojos rasgados para practicar la unión familiar. «La semilla del silencio», de nuestro país, insistiendo en mostrar nuestras habilidades para el manejo del revólver; el joven Juan Zapata, colombiano criado en Brasil y otras partes, con «Another Forever», retratando la desazón, por culpa de la muerte de un pedazo de corazón, en una mujer exótica que saborea inimaginables paisajes para mitigar el dolor, en compañía de una hermosa música llena de silencios que calan nuestros huesos. En ella, un Marlon Moreno sobrio y discreto y una tierna, sensual y dura brasilera, Daniela Escobar,  que con diversas poses retratables, llena de luz la inmensa pantalla. De Venezuela, un homenaje al bolerista de América, el genial Roberto Ledesma, «El malquerido» de Diego Risquez, nos hizo recordar que tenemos corazón y que con ciertas canciones, el amor se asoma a nuestras conciencias para alegrarnos (o triturarnos) la vida y «El tango es cosa para dos», de Taiwan, (Jen Wan), demostró que el cine de amor y de amistad y familiar y político, es universal y que una realización cinematográfica puede tener más de un final y todos perfectos...



Un homenaje a Patrimonio Fílmico Colombiano, la empresa que se encarga de preservar nuestra memoria visual, proyectando cintas calidosas como «Raíces de piedra»; «Garras de oro» y «Alma provinciana» en sus 30 años de existencia, se nos hizo fundamental y Ventura Pons, como siempre, es ideal para clausurar con una historia loca suya, un Festival que se resiste a morir, pese a que sus muchos enemigos (incluidos unos estatales de peso muy pesado) quieran exterminarlo.

Mirar con las manos

De entre esa maratónica colección de documentales sociales que pudimos observar, destacamos «Mujeres al frente», en el que la española Lula Gómez entrevista a siete destacadas mujeres colombianas que han dado su vida por sembrarnos la esperanza. Y la bella cinta española «La sonrisa verdadera», en la que un muchacho que adora a su hermano, un autista que además es ciego y que acepta su vida con una tierna sonrisa y que se desplaza como pez en el agua por las carreteras españolas a puro pedal, en una bicicleta que sueña con un mundo mejor, aún sin poder verlo como lo hacemos nosotros. Raro es que los cineastas insistan en documentar las actuaciones de esos raros artistas que viven en los semáforos, de los tóxicos que dañan nuestra naturaleza, de los músicos que llenan plazas y escenarios y de rumbas de diversa índole que ponen a bailar criaturas de ciertas formas y color, sin inyectarle una mirada novedosa a sus propuestas cinematográficas y además, uno no sabe por qué el filtro del Bogocine, dejó pasar para ser exhibido, ese cortometraje del Perú llamado «Danubio azul» de Jonathan Medina, porque qué cosa tan mala. 
Distancias cortas

Va un abrazo a los cineastas, músicos,  actores, actrices y productores que nos regalaron sus experiencias, sus conocimientos y hasta sus secretos cinematográficos sin misterio alguno, en esas noches del Festival de Cine de Bogotá. A Carlos Alcocer (también escritor), de quien hubiéramos querido que hubiera llevado a cabo su Taller de guión, de lo cual es un experto, a Alejandro Guzmán, director que pícara y maliciosamente dibuja en secreto, a Dante Silva por sus puños con guantes de boxeo eternamente amigable, a Marlon Moreno que nos dejó ver su teaser sobre nuestra violencia y corrupción, que prepara para convertir en serie de televisión bajo su excelsa dirección, a Juan Zapata, Daniela Escobar, Dáel Linke y Douglas Limbach, quienes junto a Don Marlon Moreno trajeron consigo la cinta «Another Forever», que va a brillar en muchos festivales; al carismático Diego Risquez que nos enamoró con su malquerido Ledesma, a Gillian Anderson, que sin hablar español, rió mil veces con nuestras ocurrencias y obvio, a nuestro joven y permanente acompañante Jefe de Prensa, Jonathan Rojas, que llegó siempre, siete minutos después de sus horas señaladas, porque fueron los protagonistas de esta película que guardaremos eternamente,  en nuestra dócil  memoria.