Recuerdo que en la bella época del Cine Club Universitario,
cuando el buen cine que llegaba a Pereira se veía en Comfamiliar de la quinta;
y Bergman, Passolini, Bertolucci, Godard, Resnais, Woody Allen, Saura, Rossi, Schlöndorff
y Truffaut entre otros pocos, eran las estrellas que cautivaban a los cientos
de gomosos que llenaban esa querida sala, nos sentíamos como en otro mundo,
donde lo que ocurriera en la vida real, era muy poco lo que nos importaba.
Y recuerdo que en el caso particular de Francoise Truffaut,
era el personaje que, por excelencia, más nos descrestaba, pues le veíamos como
ese genio que fue precursor de la Nouvelle
Vague (Nueva Ola del cine francés), corriente que hizo carrera hasta el
punto de convertirse en modelo para que otros realizadores de todo el mundo,
hicieran películas con su mismo corte, su mismo estilo, su misma tendencia y su
misma preocupación estética. De él vimos todo: La piel dura, La piel suave, Los
cuatrocientos golpes, Besos robados, Domicilio conyugal, Diario íntimo de Adele
H., El amante del amor, El último metro, La mujer de al lado, Jules et Jim, Las
dos inglesas y el amor, Farenheith 451, Tirez sur le pianista (con el Maestro
Charles Aznavour), La sirena del Missisipi, Vivamente el domingo y la bellísima "
La noche americana” o mejor, Día por noche, cinta que nos hiciera enamorar más
del cine de lo que ya estábamos.
Fotografía tomada de: http://es.unifrance.org |
La cinta rinde un homenaje a los directores de cine, a
aquellos que dan su vida por contar historias con imágenes que se mueven como
si fueran reales, proyectadas en una sala oscura con la complicidad de un rayo
de luz que las dispara desde una cabina de proyección y que nos hacen soñar con
los ojos aterradoramente despiertos. En ella, un director rueda un filme y en
ella, todos los personajes que hacen parte de esa cinta que se rueda, se
enamoran, se descubren, se pelean, aportan y hasta producen dificultades, pero
cumplen su cometido.
Es en esencia una película que le permite ver al espectador
muchas cosas que se viven en el seno de una grabación, lo que piensan los
productores (los que ponen el billete), lo que sucede cuando el amor se mete
donde no le importa, lo que hacen algunos distraídos para entorpecer el
trabajo, lo que sueñan unos y lo que viven otros, en todo un proceso creativo
fantástico que realizan unos profesionales de la creación artística y lo mejor,
una película en la que un director de cine en la vida real, Francoise Truffaut,
hace el papel (como actor), de un director de una película que ha de filmarse.
Hermosa la actriz
Jackeline Bisset y genial el actor Jean Pierre Leaud, ya un poco maduro,
que habíamos visto semanas antes, como un niño de los cuatrocientos golpes, que
una noche va a una sala de cine a robar fotos pegadas en una cartelera que
anuncian una película que otro director ya había hecho años atrás.
Un bello ejemplo de intelectualidad, de finura artística y de
amor por el arte.
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