Los que amamos el cine vemos el mundo
de manera un tanto diferente. A veces, la realidad tiene tomas intrincadas y el camarógrafo que nos la pone frente a
nuestros ojos es un diestro en el manejo de su aparato y nos cambia la
percepción por la belleza de su composición, así sea dolorosa; e igual sucede
cuando nos la revelan con una crueldad sin límites, quitándole filtros, luces,
color y hasta la música, que es tan necesaria.
Aprendemos a ver belleza en la
fealdad, y luz en la oscuridad. Pero en una precariedad abismal, pues nuestros
sentidos no están bien adiestrados como para darnos el lujo de sentirnos
orgullosos.
Orgullosos como esos cuatro
personajes que vinieron la semana que
ahora termina y que nos sembraron la semilla de la fantasía y la magia con sus
conversaciones, ejemplos, anécdotas e historias, mientras compartíamos con
ellos sus espacios, los nuestros, nuestra geografía, la que ellos han señalado
como objetivo para dar vida a la creación que un día crecerá hasta competir con
la que sobradamente ahora pulula en la Meca del Cine: Hollywood, con su
propósito, los VFX Tours y su gran Escuela de Cine y de Efectos Visuales.
The VFX Tour en Pereira. Fotografía tomada de El Diario del Otún (www.eldiario.com.co) |
Fabio Zapata, Sandro Blattner,
Mauricio Hoyos y Javier López, cada uno con su enorme potencial, en medio de
unas palabras aparentemente sencillas, modestas y elementales, socavaron en
nuestras conciencias, inyectándonos el ánimo y el deseo de creer que algún día
podemos ser grandes como ellos y como los que conversan en inglés y gastan en
dólares y viven a la sombra de un sol que en ese país es más brillante: Los
Estados Unidos, los hollywoodianos.
Aprendimos en poco tiempo a creer
(por su culpa, porque no solo son capaces de hacer unos efectos visuales
impecables e impresionantes en el cine sino en nuestras conciencias) que
podemos ser grandes, ingeniosos, creativos, capaces de lograr cosas
impresionantemente valiosas con los conocimientos que vienen en camino y que de
su mano pondremos en uso para bien del cine, para bien del arte y obvio, para
bien de nuestras vidas.
Nadie de los que allí estuvimos, de
los que compartimos con estos magos de la imagen, de la palabra, de la creación,
del cine, de los sueños, de la vida, la real y la ficticia, puede decir que no
experimentó más de una sensación admirable hacia la fantasía, pues de su mano
logramos entender que todo es posible si hay
disciplina, pasión, entusiasmo, dedicación, responsabilidad, atención y
sobre todo, amor por las cosas que uno se propone.
Fabio Zapata de niño quiso hablar con
El hombre Araña y no solo lo hizo ahora un poco mayor, sino que hasta lo puso a
ganar combates con sus temibles enemigos y contribuyó a que su nombre se
convirtiera en personaje de difícil extinción en el panorama de la ficción
animada, cinematográfica, virtual, real, escrita, televisiva, dibujada y
comentada verbalmente.
Sandro
Blattner
abandonó sus deportes fríos propios de los alpinos y las baquetas con las que
estropeaba los cueros de los tambores que conformaban las baterías de su
infancia, para entrar a jugar con esos personajes míticos que aparecían en las
leyendas fantasiosas («Guardianes de la Galaxia», «Iron Man 3», «Thor») y
lograr aterrorizarnos con sus efectos perfectos logrados en su «Terremoto» o
«Falla de San Andrés», demostrándonos que cuando se quiere ser grande, se
puede.
Javier López nos dio ejemplo de maestría con su
documental en el que se muestra construyendo con sus manos y unas simples
pinzas ese pequeño monstruo llamado «Zeta 7» que ya animado, es decir, con vida en una película, se convierte en un
guerrero implacable. Y Mauricio Hoyos, el escritor, el
palabrero, el contador de historias, nos dio ejemplo de cómo una persona con un
micrófono, sola en un escenario y frente a quinientas personas sentadas en sus frías sillas y ya cansadas por el
implacable paso del tiempo, puede poner a soñar a un auditorio con una
narración que real o inventada, las lleve a creer que hay mundos posibles.
De eso se trató la visita de estos
jóvenes genios que siendo inmigrantes, que teniendo orígenes diferentes, formas
de ver el mundo distintas y que por el solo hecho de encontrarse allí donde el
cine nace a cada instante, y que por haber entablado una amistad admirable y
verdadera, nos quieren ayudar con sus conocimientos a pensar en soñar con un
mundo diferente, no de película, sino de verdad, con el que podamos dejar a las generaciones futuras, un mundo
mejor, más grato, más real, más tangible, desprovisto precisamente de exóticos
y hasta dañinos efectos visuales.
Ojalá las entidades de apoyo, la
alcaldía, la gobernación, las universidades, la empresa privada, la academia
toda, tengan en cada una de las piezas publicitarias de este bellísimo
proyecto, enormes y vistosos logotipos. Ojalá.
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