Por: Germán A. Ossa E., Geross.
La vimos en el pasado Festival de Cine de Cartagena. La
aplaudimos. Celebramos que sus directores subieran al escenario a recibir el
abrazo afectivo de los asistentes que llenamos el hermoso Teatro Pedro de
Heredia (TAM como le dicen ahora). Aplaudimos la sencillez de los muchos
actores que sin ser profesionales, con una profunda humildad, se llevaron para
sus casas nuestro enorme agradecimiento por regalarnos una puesta en escena
sincera, enorme, bella, sublime, tierna, poética, encantadora y sobretodo,
humana.
La nobleza, la honestidad y la humildad de Turco (Diego
Balanta), tanto en la película como en la vida real, hizo que su figura y
persona, la de la cinta y la de la vida real, se quedaran en nuestra memoria
para siempre.
La película es una ópera prima de Ángela Osorio y Santiago
Lozano, otros cineastas que han nacido en las entrañas del Valle del Cauca. Narra la historia de un campesino, quien vive
en la ciudad atrapado por un sentimiento de desarraigo mientras su hijo
vislumbra en la urbe un futuro posible. La ilusión del padre por regresar, se
rompe con la muerte del hijo. Turco, el campesino, se ve confrontado por el
dolor y la impotencia ante ese cuerpo inerte que se ha convertido en un
obstáculo más para volver a su tierra.
En su palmarés, el filme cuenta con: el Gran Premio Coup De
Coeur, máximo galardón de la Competencia Oficial Ficción, del Festival
CINÉLATINO - XXVIII Rencontres de Toulouse; el Premio Especial del Jurado de la
Competencia de Cine Colombiano, entregado en el pasado Festival de Cine de
Cartagena; el Premio a Mejor Ópera Prima en la 15ª edición del REC Festival
Internacional de Cine de Tarragona, España 2015, y el 'Bocallino' de la Crítica
Independiente a Mejor Dirección en la edición 68 del Festival de Locarno, Suiza
2015.
Es una cinta en un hermoso blanco y negro que brilla con una
luz afectiva y emotiva que penetra por los poros de los espectadores que con el
paso del tiempo se compenetran en la historia que moja la lluvia y el polvo que
ensucia los techos de las viviendas humildes. Los amores son reales y la
alegría que se desprende de entre los personajes que nada tienen de manera
material, se experimenta en la mirada de esos ojos grandes y transparentes de
esos habitantes que solo disparan palabras sinceras y la rabia y el dolor de
los marginados y la ira por el desprecio de la sociedad de consumo que todo lo
destruye se evade, por culpa de esas ganas de vencer a la muerte por parte de
ese puñado de seres humildes que tienen el corazón más grande del mundo.
nada.
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