Por: Germán A. Ossa E., Geross.
Ya habíamos hablado hace algunos días del género musical en
el cine y le anotábamos una inmensa preponderancia en la historia del arte,
sencillamente porque reconocemos que las películas musicales no solo
enriquecieron a sus productores, directores, creadores, actores, guionistas,
bailarines, cantantes y personal experto en la costura de los vestuarios que
sirvieron para darle vida a los personajes que se grabaron para siempre en las
pantallas que les vieron desfilar infinidad de veces, sino hasta a los teóricos
y editores de publicaciones varias que hicieron infinidad de libros contando
las vidas de los mismos y publicaron millones de revistas coloridas, mostrando
las escenas, bailes, movimientos y fantasías que se crearon para
alegrar a los públicos más variados y dispersos que llenaban las salas de
entonces.

Este miércoles veremos “El rey y yo”, una película musical estadounidense de 1956,
dirigida por Walter Lang, protagonizada por Yul Brynner, Deborah Kerr y Rita Moreno
en los papeles principales, la cual está basada en el musical The King and I, de Richard Rodgers y
Oscar Hammerstein II. Narra la autobiografía de Anna Leonowens, institutriz de
los hijos del rey Mongkut de Siam, a comienzos de la década de 1860. Esta cinta
fue prohibida debido a las libertades planteadas a la hora de valorar a la
sociedad del país y por el poco parecido con el monarca original.
Interesante ver a ese actor ruso de nombre Yul Brynner, quien
comenzó su carrera en el mundo del espectáculo en los círculos romanís de
París, en un circo de esa ciudad como acróbata, y quien se hizo reconocer por
rudo, serio y enigmático en muchos roles, en esta cinta, haciendo tan extraño
papel, en una obra musical que le valió un Oscar de la Academia. Este señor,
que hasta trabajó en un club nocturno con una banda de gitanos tocando la
guitarra y como cantante, se dejó fotografiar desnudo como modelo para una
revista de farándula hace muchos años, se convirtió en una estrella excesivamente
costosa para los realizadores de la época.
En la década del 40, representó 4.626 veces este papel en una
obra de teatro, con el que ganó un Óscar a la mejor interpretación, luego de
que fuera llevada a la pantalla grande.
Su exótica apariencia fue lograda por su carismática cabeza
rapada, pues no era calvo; eso se puede comprobar en la película “Salomón y la
Reina de Saba”, de King Vidor y coprotagonizada por Gina Lollobrigida. Todo ello
hizo de Yul Brynner un actor cotizado para papeles de egipcio, ruso, mongol y
orientales en general. Fue además, uno de “Los siete magníficos”.
Yul Brynner, un artista inolvidable.
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