Por: Germán Ossa Escobar.
Esta
es la película que cierra el ciclo
“Literatura y Cine” que hemos programado en el marco de los talleres de
Apreciación Cinematográfica que llevamos a cabo en la Sala Alterna del Santiago
Londoño y que auspicia el Instituto de Cultura de nuestra ciudad.
Bien
sabemos que la literatura ha alimentado durante estos más de cien años de vida
del arte en movimiento proyectado en una pantalla blanca y grande, al arte por
excelencia, aunque también sabemos que el cine le ha dado material a la
literatura para enriquecerla ostensiblemente. De hecho, el intelectual
antioqueño Darío Ruíz Gómez, crítico de cine y de arte en general, habló hace
algunos años de la “Cultura B”, esa que se hace con letras y palabras, cuando
se narra, describe, habla, comenta y se produce, a partir de una o varias
películas recién miradas. Tal y como sucede con el cuento del huevo y la
gallina, uno no sabe qué es más importante, si el cine que se hace con base en
una historia contada en una novela o unas historias, análisis, desciframientos,
estudios psicológicos o demás, con base en una o varias películas recién
vistas. Pero lo cierto del caso es que la literatura y el cine van de la mano y
lo seguirán por años.
Al
único que le ha ido mal siempre, ha sido a nuestro Nóbel Gabriel García
Márquez, escritor, guionista, crítico de cine y estudioso refinado de la
literatura universal, pues nada de lo que se ha hecho en cine con sus
magníficas fantasías, realistas y mágicas, ha tenido un terminado feliz en la
pantalla grande. Ni las hechas en México, en Colombia, en Cuba o con talento
italiano.
Pero
bueno, nos interesa pensar en “Oliver Twist”, la cinta que veremos este
miércoles a las seis y treinta de la tarde. Una película dirigida por William J.
Cowen, en un perfecto blanco y negro (tonos intimistas que radiografían la
conciencia de sus protagonistas), en la que, Oliver (Dickie
Moore) un niño huérfano que le llevan a un orfanato
y que debido al mal tratamiento que se
le da, un día decide escaparse a Londres. Cuando llega a esa in mensa ciudad,
conoce a Artful Dodger (Sonny
Ray), quien le da acogida. La inocencia de un niño de 10 años, lo hace (sin
darse cuenta) adentrar en una banda de chicos carteristas dirigido por el
malvado Fagin (Irving
Pichel). Unos días
después, una familia aristocrática lo acoge en su casa y muchas vidas cambian.
Una
historia bien contada, perfectamente ambientada y posible. Podría servir de
guía para hacer mundos mejores. Cosas que en general, puede hacer el cine si se
lo propone.
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