domingo, julio 07, 2013

Rembrandt



Por: Germán A. Ossa E.
 
Amsterdam, primera mitad del siglo XVII. En la sociedad patricia que habita la ciudad, despunta un artista por encima de todos, Rembrandt Harmensz van Rijn.
Sin embargo, la luz de su estrella empezará a disminuir de intensidad con la muerte de su idolatrada y adinerada mujer, Saskia.

Alexander Korda, uno de los hermanos que más han hecho por la realización cinematográfica en Europa (exceptuando, lógicamente, a los Lumière), se embarcó, junto con el flemático Charles Laughton, en la apasionante vida del genial pintor holandés, contemporáneo de Vermeer. Korda, cuya predilección por los personajes históricos se ratifica con anteriores producciones como "La vida privada de Helena de Troya" (1927), o "La vida privada de Enrique VIII" (1933) (en la que la interpretación del monarca por Laughton fue premiada con un Oscar), concluye con una sobria, pero a la vez completa puesta en escena, del tan autorretratado pintor.


La aportación de Laughton, en este caso, es extraordinaria, no ya sólo por su capacidad dramática, sino también por el asombroso parecido físico del actor inglés con el propio y enigmático pintor Rembrandt.

El planteamiento de Korda, a partir de un guión de Carl Zuckmayer, se centra en la vida más emocional de Rembrandt, dando unas mínimas pinceladas de los episodios más notables de quien fue hijo de un molinero de Leyden, todo ello con una recreación muy fidedigna del paisaje holandés, merced a unos extraordinarios decorados (trabajo de otro Korda, Vincent).

No habría de echarse en falta una perspectiva más artística en la película ya que, como suele ser habitual en todo creador, la parte afectiva de Rembrandt influyó sobremanera en su técnica pictórica. Conociendo la primera, se deduce la segunda. En este sentido, el único cuadro que se le permite apreciar al espectador es "La ronda de noche", en el que el cambio de su estilo, consecuencia de la muerte de Saskia, hace que sus admiradores le empiecen a dar la espalda.

La química que pudiera brotar de "Rembrandt" habría que achacarla a la intervención de Elsa Lanchester en su papel de Hendrickje Stoffels, quien venía de dejar su impronta para la posteridad en su papel de "La novia de Frankenstein" (1935) de James Whale. No en vano, una de las mejores secuencias hay que encontrarla en el segundo, definitivo y romántico posado de la excomulgada Hendrickje para su queridísimo Rembrandt.


Cinta que todo amante del buen cine, de la mejor de las pinturas y de las grandes biografías debe ver y en lo posible, más de una vez.

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