martes, octubre 08, 2013

Splendor.

Por: Germán A. Ossa E.

“SPLENDOR” (1988) es la primera de las tres películas que rodó Massimo Troisi, bajo la dirección de Ettore Scola. En ella se entremezclan las vivencias de tres personajes: el propietario de una nostálgica sala de cine llamada “Splendor” (Don Marcelo Mastroainni), el encargado de la proyección ( Massimo Troisi) y la taquillera y sensual (Marina Vlady).
“Splendor”  consiste esencialmente en los recuerdos de los tres,  provocados por la inminente clausura del local. Pero, mientras los obreros están desmantelando todo, los habitantes del pueblecito en el que se desarrolla la película,  deciden unirse para evitar la desaparición de “su” cine. El pueblo en cuestión es Sant’Arpino (en Ciociaria), elegido por Scola,  probablemente por su aura poética y antigua.
La trama es ésa: el pequeño cine de provincia que debe  cerrarse por falta de espectadores, pero Scola, con esta película, quiso hacer algo más: un HIMNO al cine, ese cine que a pesar de todo, no morirá nunca. No era una idea nueva. Ya otros la habían tenido:  Fellini una vez y  Tornatore, otra.
El personaje de Troisi es interesante: enamorado como un niño del cine, devorando, imagen tras imagen desde su cabina de proyecciones, rodeado por rollos de películas y manuales sobre cine. Los divos en pantalla aumentan los sueños e ilusiones de Luigi (Troisi), como de todos los apasionados como nosotros, por el cine. Es un personaje soñador y realista al mismo tiempo.
El propietario del Splendor (Giordan/Mastroianni) era hijo del arte: su padre poseía un cinematógrafo itinerante, y, de hecho, una de las escenas iniciales en blanco y negro, es la de un público que, llevando sus propias sillas, se coloca delante de una pantalla rudimentaria (y éste es el hermoso cartel de la película), para ver un clásico: “METROPOLIS”,  de Fritz Lang.
“Splendor”  empieza con la escena de la clausura del cine y cierra con la misma, con una revuelta de la gente que quiere seguir teniendo a toda costa su teatro.
La película alterna el color para las imágenes del presente y el blanco y negro para los recuerdos, ésta es una técnica recurrente en Scola que ya la había mostrado  en “Nos amamos  tanto” con Vittorio Gassman y Nino Manfredi.
En la película hay una referencia constante al mejor cine de autor; se respira un aire “felliniano”, un poco barroco y, en la pantalla del cine ambulante,  aparecen imágenes de obras maestras, desde “La dolce vita”  hasta otras  de Dino Risi y unas màs del extraordinario Bergman.

El cine es en esta película nada más y nada menos que un lugar mágico, misterioso y fascinante, donde la gente se encuentra con la esperanza, y, a menudo, la promesa, de una vida mejor y distinta de la cotidiana.
Cuando Luigi consigue su trabajo en la cabina de proyección es un momento muy técnico e interesante: la demostración por parte de su predecesor, de cómo remontar la película en caso de rotura, cómo efectuar el montaje de ciertos trozos, parece la fase de “cortar” y “pegar” del montaje de una película.
Desde el punto de vista de la iluminación, la película tiene un vago sentido de oscuridad debido al hecho de estar rodada casi completamente en interiores (en la nostálgica sala Splendor).
Giordan, a lo largo de la película hace una serie de reflexiones sobre quién va al cine, por qué y qué busca. Éste es uno de los mensajes de la película que hace comprender que Scola haya querido hacer una reflexión sobre el cine y, quizás, sobre la vida.
Las películas que se han hecho sobre el cine, hablan del temor que causa pensar en que el cine desaparecerá y de hecho, los finales son siempre halagüeños.
“Splendor”, siendo tan nostálgica, no es la excepción.
¡Qué bello homenaje!

Próximo miércoles, 9.octubre.2013, en la sala alterna del Santiago, esa bella sala que no debe morir…..para el cine.

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