Por: Germán A. Ossa E., Geross.
Para finalizar el ciclo dedicado al amor en los talleres de
apreciación cinematográfica del Instituto de Cultura de Pereira, en el Teatro
de Cámara del Santiago Londoño, hemos querido presentar una película que siendo
musical, es un ejemplo preciso del género que, a lo largo de la historia, le ha dado la fuerza al cine para que perdure como espectáculo de masas.
La cinta que mezcla amor, música, nostalgia y alegría, no
trasciende por el dinamismo que la sostiene cuando las luces se apagan y ella
se proyecta en la pantalla, donde irrumpen los acordes más ensoñadores que
salen de las teclas de los pianos y de los poros de las trompetas que los
jóvenes estudiantes ponen en juego y acaparan la atención del espectador, sino
por la historia de amor que se construirá con el paso de los minutos, con el
transcurrir de los diálogos, con las miradas pícaras de todos y con los pocos
besos que unas parejas se regalan…
Fred Astaire, quien naciera en Omaha, Nebraska, el 10 de mayo
de 1899 y muriera en Los Ángeles, California, el 22 de junio de 1987, fue un
actor, cantante, coreógrafo y bailarín de teatro y cine estadounidense, cuya
carrera teatral y posterior carrera en el cine, abarcó un total de 76 años,
durante los que rodó 31 películas musicales. Está particularmente emparentado
con Ginger Rogers, con quien hizo diez películas que revolucionaron el género.
Balanchine y Rodolfo Nureyev le consideraron en su momento
cumbre como el mejor bailarín del siglo XX, y está generalmente reconocido como
uno de los bailarines más influyentes en la historia de los musicales del cine
y la televisión. Fue nombrado la quinta "Mejor estrella masculina de todos
los tiempos", por el American Film
Institute.
El miércoles que viene será un buen momento para disfrutar de
una película muy especial, romántica y refrescante. Lo necesita el corazón para
reavivarse y sacudirse del afán materialista que es tan propio
de esta apurada realidad que lo agobia.
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