lunes, marzo 23, 2015

Cartagena es una película.



Por: Germán A. Ossa E., Geross.

El martes pasado, a las siete de la noche, el bello teatro Alfonso Mejía de la Ciudad Heroica se llenó con una multitud de personas que durante ocho días nos habíamos alimentado con cine. Directores, actores, críticos, teóricos, amantes del arte del Siglo XX y espectadores afiebrados comunes y corrientes de todo el país y del extranjero, nos animamos a entrar a este recinto para conocer de la mano de una presentadora con cuerpo de india Catalina, la selección de las mejores cintas que se exhibieron en todas las salas y al aire libre, realizadas por cineastas que solo ven este mundo a través de una cámara tomavistas.


Cuba no estuvo representada en este Festival, mas sí Guatemala, país que con su “Ixcanul”, se llevó el premio de la mejor película en la competencia oficial de ficción. Los demás países latinoamericanos participaron con películas que aunque con buena factura, extrañas en sus formatos, descrestadoras en sus planteamientos, fueron despreciadas por el jurado que se fijó en Centroamérica.


El cine colombiano mostró finura. Buenas cintas, cine untado de reflexión y hasta de autor, pasó por las salas que esconden socarronamente un aire acondicionado que refresca la piel de los turistas que en la calle ven las murallas de guerra de hace cientos de años. Andrés Parra y Cristian Tapan aparecen varias veces en ellas, demostrando carácter, capacidad histriónica y convencimiento. Hubo un premio para una cinta extraña, no comercial y con actores simples bien caracterizados que hablan de un amor difícil de concebir. “Ruido Rosa”, barranquillera, filmada bajo la lluvia, se lleva el premio a Mejor Director. Justísimo.


“Timbuktú” de Francia-Mauritania, se nos presentó como la más destacada de las Gemas (lo mejor de lo mejor), contando de manera muy poética y visualmente impecable, lo absurda que se vuelve la vida cuando los radicales -sin razón- deciden prohibir las cosas más simples.


Ejemplares los tributos. Genios como Darren Aronofsky, Pablo Trapero y el monstruo Kim-Ki-Duk, con sus imágenes, sapiencia y sonrisas, nos llenaron el alma de ganas de vivir. Seres de carne y hueso que gracias a su inteligencia y picardía y por lo que hacen, pareciera que fueran de otros mundos.


Las conferencias, las conversaciones con muchos genios, el cine que se vio en salas no convencionales, las cosas que nos regalaron algunos directores, los libros, las revistas, las noches de fiesta, las recepciones, las fotos con los actores y directores, los cocteles, los nuevos amigos y el sueño que se comparte durante estos escasos ocho días, nos renuevan, nos motivan a seguir viviendo y a querer más al cine. Y qué mejor que experimentarlo en una ciudad como la heroica, que no tiene muralla mala.

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