Por: Germán A. Ossa E., Geross.
«Yo Soy Franky» es una serie televisiva colombiana producida por
TeleVideo para Nickelodeon Latinoamérica. Es además, un experimento arriesgado,
producto de una escritura fantástica concebida por la autora argentina Marcela Citterio, que sigue la historia de una robot adolescente que trata de
vivir una vida normal, sin que nadie sepa su secreto. Protagonizada por la muy
buena actriz venezolana María Gabriela de Faría, quien hace de Franky.
Franky es
una chica distinta a todas las que viven y respiran juventud en ese colegio de
secundaria, ya que es una robot. Tiene la apariencia de una adolescente de 17
años, pero en realidad es un proyecto secreto hecho por Sofía (interpretada por
Paula Barreto), una científica a la que Franky llama o considera como su mamá.
Aunque el cerebro de Franky opera como una supercomputadora de última
tecnología, con acceso ilimitado a Internet y una gran memoria de
almacenamiento, eso no le basta para pasar por una bella sardina humana que no
sabe qué son los sentimientos, ni para qué sirven, que no entiende los chistes
ni los apuntes con doble sentido. Y por supuesto, que no es capaz de tener ninguna
emoción.
El grupo
de jóvenes actores, conformado por Martín Barba como Cristián León; Eduardo
Pérez como Roby Mejía, otro robot; la talentosa y bellísima pereirana Danielle
Arciniegas como Tamara Franco; Luis Duarte como Iván Villamil y Paula Barreto
como Sofía Andrade, van dando vida a una historia que ha puesto a la juventud
latinoamericana a pegarse del televisor para disfrutar de esta serie de
ficción, que gracias a la tecnología y al extraordinario progreso que la
ciencia le ha aportado a nuestra vida nueva, se convierte en algo trivial,
cotidiano y obvio, muy común y corriente y por ende, fácilmente legible y
entendible por los adolescentes latinoamericanos.
Qué bueno
que en la televisión hay un producto distinto, que cuenta una historia exótica,
atractiva, pegajosa, antojadora y diferente a esas otras cursis que rememoran
biografías de personajes que nada tienen que ver con nuestra historia, con aquella
que vale la pena.
No me
despego todos los días, a las siete de la noche, en el canal Nickelodeon, de
esa cajita mágica que se llama televisor. Y me alegra hacerlo, porque desde que apareció «Yo soy Franky» no se
ha vuelto a hablar en mi casa de tantas malas noticias que los dos canales grandes que hay
en nuestro país no se cansan de mostrar de manera desaforada.
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